Es un tipo bonachón pero esta mañana se le ve muy indignado. Es
una irritación que no oculta y que le dura ya cinco años: el tiempo
que lleva en vigor la Ley Orgánica de Protección Integral contra la
Violencia de Género. Sin miedo al qué dirán, culpa de la
«estigmatización» de miles de hombres detenidos en aplicación de la
ley a la «dictadura» del «feminismo radical». O del «feminazismo».
Lo dice desde el otro lado de la mesa de su despacho, donde destacan
la foto de su mujer y sus dos hijas y unos dibujos infantiles en la
pared. Se los han regalado los niños, rehenes a menudo de
traumáticas separaciones, a los que atiende aquí.
Quien habla con tanta contundencia
contra la «injusticia» de esta ley, Francisco Serrano Castro, nacido
hace 44 años en Madrid y criado desde los 11 en Sevilla, no es un
marido machista, despechado y sin estudios que pasaba por la calle,
sino el titular del Juzgado de Familia 7 de la capital andaluza. Un
magistrado que en los 11 años que lleva ejerciendo [se estrenó antes
de juez de primera instancia e instrucción en la onubense Valverde
del Camino, en la misma sede que Garzón] ha dictado unos 20.000
autos y sentencias, y ha sido premiado por la asociación de
asistencia a mujeres violadas Amuvi, o por la de Pro Derechos del
Niño y la Niña (Prodeni) por su defensa de maltratadas y
menores.
Pero Serrano -quien además preside la Asociación Multidisciplinar
para la Investigación de Interferencias Parentales (Asemip),
centrada en las manipulaciones que ejerce el progenitor (hombre o
mujer, recalca) para poner a los hijos en contra del otro- dice que
esa trayectoria no ha impedido que lo traten «como al juez loco»
desde que ha decidido «dar la cara» y denunciar una realidad
silenciada: que el Gobierno dejó de divulgar, a partir de 2007, las
cifras de hombres muertos por agresiones de sus cónyuges. Aún más,
Serrano sostiene que una parte de los 3.716 varones suicidados en
2006, frente a 2.753 mujeres, lo hicieron por efecto de la
«discriminación de la Ley contra la Violencia de Género» (aprobada
por unanimidad el 28 de diciembre de 2004 y que ahora el Gobierno se
propone reformar). Otras fuentes dan la cifra exacta: 630 hombres se
quitaron la vida cuando estaban en crisis con su pareja.
Afirma el juez que esta ley, que ha conducido a un
«totalitarismo», mezcla en el mismo saco a los maltratadores
machistas con los hombres -incluso «buenos padres, buenos cónyuges,
buenas personas»- que han cometido un delito o una falta «puntual»
durante una disputa con su pareja pero que no tienen una relación de
dominio sobre ella. Esto ha causado una situación «cercana al
holocausto social» porque, dice, citando al joven acusado por error
en Tenerife de violar y matar a la hija de su novia, se detiene y
marca como maltratador a todo acusado.
«Miles de hombres han sido detenidos por el hecho de serlo, tras
una denuncia por maltrato. ¿Cuántas mujeres han sido detenidas por
denuncia falsa? Ninguna», asegura Serrano. «Las mujeres del ojo
hinchado en la foto existen, pero son el 1% [de las denuncias]. La
que nos tiene que preocupar es la del ojo hinchado que no sale en la
foto, la que sufre de verdad explotación, violencia y miedo, pero no
se atreve a denunciar». Y reta al Gobierno y a la ministra de
Igualdad a debatirlo con él. «En privado, diputados del PSOE y del
PP me dicen que tengo razón, pero que ellos no lo pueden decir».
Dice el magistrado que se usan datos «sesgados» y que, mientras
se registran y publicitan las estadísticas de mujeres víctimas de
violencia machista, se «ocultan», no se registran o no se da
publicidad a los datos de hombres muertos a manos de sus compañeras
o ex parejas. Que la ley está causando un daño no estudiado a miles
de hombres acusados «injustamente». Sus críticas van más lejos:
«Este año han matado ya a 51 mujeres (hasta el 3 de diciembre) y a
30 hombres, pero no se registra oficialmente». Quien quiera saberlo,
afirma, tendrá que recurrir, como él hizo, a internet y a la
prensa.
MUJERES, SÍ; HOMBRES, NO
¿Por qué las muertes de mujeres, sí, y las de hombres, no? ¿En
qué se basa el juez para sostener una afirmación tan grave? Serrano
indica que el Ministerio del Interior precisaba hasta 2006 en su
Anuario Estadístico el número de asesinadas... Y también el de
asesinados. Murieron 55 mujeres a manos del cónyuge en 2002; 65 en
2003; 61 en 2004; 53 en 2005; 54 en 2006. En esos años, los varones
a los que mataron sus compañeras o ex compañeras fueron 16, 13, 9,
15 y 12. Aproximadamente, uno por cada cinco asesinadas. En
comparación con estas cifras oficiales divulgadas hasta 2006, los 30
varones muertos este año parecen una cifra exagerada.
Si se cuenta a las mujeres y hombres que murieron a manos de
otros parientes [hijo/hija, progenitores u otros -no se especifica
el sexo del autor, aunque la mayoría son hombres-], las cifras de la
violencia doméstica suben proporcionalmente más en el caso de los
varones: 77 muertas y 49 muertos en 2002; 84 y 49 en 2003; 79 y 31
en 2004; 71 y 56 en 2005; 78 y 37 en 2006.
A partir de 2007, Interior ya no refleja en su web estos datos de
violencia doméstica por sexos. Pero mientras el Gobierno deja de
publicar, al menos en lugares de fácil acceso, las cifras sobre los
hombres, sí sigue divulgando, dice Serrano, la violencia contra
mujeres. El registro de asesinadas se puede consultar en la web del
Ministerio de Igualdad. Asegura el juez que hay muchos hombres que
sufren graves consecuencias por ser acusados «falsamente» de
maltrato, llegando incluso al suicidio, pero que no se conoce
impacto real de la, dice, injusta «generalización» del castigo
porque no hay organismos que lo analicen. Vuelve a citar el Anuario
2006 de Interior para señalar (pág. 292) que ese año se suicidaron
3.716 hombres frente a 2.753 mujeres. Él está convencido de que una
parte de los suicidios se debe al trauma por el trato
«discriminatorio» sufrido en el proceso de separación: hombres que
perdieron la casa y la custodia de los hijos por una acusación,
insiste, injusta.
De nuevo, reitera, faltan estudios para comprobar su teoría.
Aunque los números cantan la realidad. En 2005 se suicidaron 3.867
hombres y 2.802 mujeres, según el anuario de ese año de Interior.
Este ministerio no publicó los datos sobre suicidios en 2003 y 2004,
pero sí en el de 2002, antes de la Ley contra la Violencia de
Género. Ese año se quitaron la vida 3.563 hombres y 1.867 mujeres.
[Desde entonces, los que se han disparado fueron los suicidios
femeninos; la tasa de los masculinos no varió significativamente
antes y después de la ley].
Afirma el magistrado que la mayor parte de los casos calificados
como violencia de género son en realidad conflictos entre iguales en
el litigio de una separación, y que la mayoría de los hombres
tratados como maltratadores no lo son. Toma los juzgados de
Violencia de Género de Sevilla como ejemplo para denunciar que se
transmite una visión «distorsionada» del maltrato. En 2008, según la
Fiscalía Superior de Andalucía, se incoaron 9.814 procedimientos.
Sobre estas cerca de 10.000 denuncias, emitieron 1.010 sentencias,
395 condenatorias, 412 absoluciones y 203 condenas de conformidad.
Un 90% de las denuncias se archivaron o acabaron en absolución.
Critica en cambio que un informe publicado este octubre por el
Grupo de Expertos y Expertas del CGPJ acerca de la aplicación de la
Ley contra la Violencia de Género sobre la incidencia de las
denuncias falsas (el estudio decía que sólo halló 1 entre 530
sentencias analizadas), haya sido utilizado de forma «sectaria» para
dar a entender que las condenas son mayoritarias entre los
denunciados. Según el estudio, el 84,91% de las sentencias fueron
condenatorias: el 59,33% por maltrato ocasional, el 21,78% por
delitos de amenazas leves, el 10,22% por quebrantamiento de pena o
medida cautelar y el 6,28% por maltrato habitual. En 388 casos se
impuso pena de prisión.
MINORÍA DE CONDENADOS
Serrano alega que si se tuvieran en cuenta las denuncias
archivadas o sobreseídas, se percibiría que los condenados son
minoría y que los casos en los que se da lo que él considera
inconfundible y sistemático dominio machista representan «menos del
1% de todas las denuncias».
Sostiene que decir lo que él dice es ser «progresista», y resume
su propuesta, ampliada en su libro Divorcio sin traumas: pasar de la
«criminalización» por la vía penal de los conflictos de pareja a una
mayor apuesta por la mediación y la conciliación. O cambiar la
redacción del artículo 1 de la Ley: en vez de decir que la violencia
de género es la que sufre la mujer «COMO» expresión de las
relaciones de poder de los hombres [lo que «prejuzga que toda
relación entre un hombre y una mujer es desigual y que ésta es
inferior por el hecho de serlo»], la defina como la violencia que
sufre «CUANDO» es expresión, etc., precisando así que es violencia
machista sólo la que se produce en los casos concretos en que existe
esa posición de dominio y abuso en la pareja.
Argumenta: «Una ley que agrave la pena contra el hombre sólo por
serlo es tan discriminatoria como si se hiciese una ley de
prevención de riesgos laborales que no protegiese a las mujeres
porque representen sólo el 5% de los 1.100 trabajadores muertos en
el tajo el año pasado».
No es la única voz autorizada. La protesta del magistrado Serrano
converge con la jueza de Barcelona María Sanahuja y el juez de
Violencia contra la Mujer, de Jaén, Miguel Sánchez Gasca, entre
otros. Ya en 2005, Sanahuja aseguró que muchas mujeres utilizaban la
denuncia para obtener mejoras en los divorcios. El pasado viernes,
el juez Gasca negaba a un padre la custodia compartida de sus hijos.
Pero al sospechar de la mujer, pues denunció a su marido por
violencia justo al saber que éste aspiraba a la custodia compartida,
se lo ha pensado: «Quizás lo más adecuado habría sido otorgar la
custodia al padre».
La ley, para el juez Serrano, es ciega. Acaba de quitarle la
patria potestad sobre su hijo a un joven que mató a su novia. Dice
que este caso «sí» es un ejemplo claro de maltrato, desigualdad y
dominio de poder.
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