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El robo “legal” de niños continúa utilizando cualquier pretexto por disparatado que sea.
Es un negocio muy lucrativo que además sirve para que los niños robados sean “educados” por personas que, en la mayoría de los casos, han renunciado voluntariamente a tener sus propios hijos.
Una más de las canalladas del feminazismo tendentes a eliminar las relaciones familiares.
Tendrán su Nuremberg y su Spandau.
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Se niega a ceder la tutela de sus hijos: «Prefiero que me maten»
Manuel, en una imagen facilitada a este diario – ABC SOCIEDAD
P. Pazos – SANTIAGO - 17/12/201
Un padre de Lugo desafía el requerimiento administrativo. La Xunta recuerda que solo busca «proteger los intereses de los menores»
«No los voy a entregar», repite Manuel, un ciudadano catalán afincado en Lugo, en conversación telefónica con este diario. Hoy a las 10.00 horas debe atender el requerimiento administrativo por el que ha de ceder la tutela de sus hijos de 15 y 11 años -la mayor, de 16, está emancipada-. Según este hombre, la decisión se adoptó porque los técnicos de menores entienden que los niños están sometidos a «estrés» por un enfrentamiento judicial con su exmujer, que abandonó a los niños y, afirma, nunca ha pasado pensión alimenticia. Manuel niega que los niños estén desatendidos.
«A nadie se le retira la tutela de menores por estrés», rebaten desde la Xunta. «Después de muchos años de trabajo especializado con la familia, existen muchos condicionantes que llevan a los técnicos de menores a tomar esta decisión, que es siempre el último recurso», explican fuentes de la Consejería de Política Social para aclarar por qué se decretó la situación de desamparo de los niños. Son múltiples los expedientes que ha afrontado Manuel, que ha recurrido la cesión de la tutela. «Prefiero que me maten de la peor forma a que me hagan esto con los niños», advierte. «Que me vendan a mí, a piezas, a trozos».
Su relato arranca hace una década y recoge un drama familiar recorrido por la reclamación en los juzgados de una mayor implicación económica de la madre, por más que Manuel repite que no existe hoy en día «ningún conflicto» entre ellos, más allá de que siga sin ser resarcido económicamente. La situación de la hija mayor, con constantes idas y venidas, y hasta fugas del hogar, fue la espoleta que atrajo la atención de los servicios sociales, que ya habían conocido la situación cuando el padre, desbordado, sufre una depresión y una drástica pérdida de peso al verse al cuidado de tres niños pequeños -uno de ellos, entonces, de solo meses de edad-.
«Esto no va a quedar así», advierte Manuel cuando se le pregunta si su decisión, tal y como confirma, de no renunciar a la tutela y entregar a sus hijos es firme. «Me meterán en la cárcel pero saldré. Voy a dedicar mi vida a esto plenamente», asegura. Reclama que sus hijos sean sometidos a una evaluación psicológica que, confía, aclarará que no sufren desatención. «Yo no los voy a entregar, lo siento de verdad, hay que cumplir la ley pero esto no es cumplir la ley, es hacer lo que ellos están diciendo».
Como Puigdemont
Vaticina que una separación supondrá «romperle el cerebro» a sus niños, especialmente en período navideño, por más que la Xunta determinó hace varios meses la situación de desamparo. «El mayor se va a fugar y el pequeñito está asustado», retrata. «¿Por qué no nos podemos fugar como hizo Puigdemont?, me dice el mayor», abunda. «A mí si me quitan a los niños me van a romper el corazón, pero a los chavales les van a romper el cerebro», retoma.
«La Administración actúa siempre para proteger los intereses de los menores y según criterios muy medidos», recuerdan desde la Xunta. El juez tendrá la última palabra.
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